top of page

CAPÍTULO 2: Premonición


«Mychael» No mencionó cuál era su apellido.


Él se movió, por un corto periodo de tiempo creí que venía hacia mí; más entendí que venía hacia el conejo una vez se detuvo allí. Comenzaba a agacharse cuando le pregunté:


― ¿Sigue vivo? ―me resultaba interesante ver como él se inmutaba cada vez que le hablaba, pareció tensarse al escuchar mi voz.


Sus ojos me observaron con cuidado, como si temieran de mi reacción. «¿Qué imagen tendría de mí?» Nunca había tratado de manera desagradable a ningún empleado, pero eso no indicaba que no se hubieran creado rumores sobre mi actitud. Razón por la cual no sabría que esperar de sus ideas y reacciones a mí. Sus ojos volvieron al conejo.


―No debería. ―avisó antes de que sus manos se acercaran con sigilo al animal, no obstante, al tocarlo este pegó una patada― Pero sigue vivo...―dijo tomándolo en sus manos, me sorprendió la delicadeza en sus movimientos.


― ¿Vas a matarlo? ―indagué, suponiendo que sería lo mejor.


―No lo sé...Tendría qué. Aunque no se le sacará mucho provecho. ―con una mano sostuvo al animal, mientras la otra fue llevada al cinturón en su cadera para, luego, agarrar un cuchillo.


El conejo en su mano lucía aún más pequeño. Rasgó la tela que lo envolvía en parte, seguro quería liberar el camino a su cuello. Acto seguido, soltó el cuchillo a un lado, dejándolo caer en la nieve al igual que con el pañuelo que envolvía el cuello del animal. Supuse que cortaría la cabeza con aquella faca, por lo que me sorprendió que lo soltara. «¿Lo dejará vivir?» Más unos segundos después, con la mano libre tomó la cabeza del conejo, esté sacudió sus patas. Sin embargo, con movimientos veloces y precisos, torció su cuello y no hubo más reacción.


Tragué en seco. Había sucedido muy rápido.


―Já. ―exhalé sin querer, llamando su atención.


Sentí su mirada posarse en mí, no obstante, no podía correr los ojos del cadáver. «Casi olvidaba que la vida es algo tan... frágil.»


―Oh... Disculpa, no fui consciente. ―habló rápido, escondiendo el cuerpo detrás del suyo, fue ahí que reaccioné.


―Está bien. ―negué levemente― ¿A qué te referías con que no podría sacársele mucho provecho? ―redirigí el tema de la conversación.


Nuestros ojos conectaron, los suyos parecían dudar de que estuviera siendo sincera, pero su consideración fue grande y lo ignoró.


―Lo único remunerable sería el pelaje. ―fruncí el ceño involuntariamente ante su escaza explicación, entonces agregó― Se desangró demasiado durante mucho tiempo, además fue expuesto a un estrés prolongado, por lo que los músculos deben de estar tensos. La carne no será tierna, nadie querrá comerla ni comprarla.


― ¿Quieres venderlo? ―cuestioné incrédula.


―Sería un desperdició dejarlo así, cuando puedo obtener algo de dinero por él. ―su respuesta fue redundante y segura.


― ¿No es el salario de guardia suficiente? ―pregunté.


Tenía entendido que el pago por trabajar―arriesgando la vida de uno―para proteger a mi familia era lo suficientemente bueno como para tener una jubilación tranquila.


― ¿Guardia? ―refutó, su semblante se contrajo por unos segundos como si realmente no comprendiera, pero concluyó diciendo― Ah, sí... Pero nunca está demás juntar dinero. Y no hay beneficio en simplemente tirar el cadáver.


Lo observé extrañada, no negó ser parte del equipo de seguridad, pero no me terminaba de convencer su respuesta.


―Win... señorita, no quiero ser maleducado, pero ¿no sería mejor que se refugiara en algún lugar cálido en una hora como esta? ―sus ojos azules brillaron en la noche cuando la luna los iluminó, su mirada inquisidora parecía atravesarme el alma por completo, como si yo fuese un libro abierto.


Aparté el rostro, mi vista llegó a la gran estructura céntrica. Debería volver. Sí Jackson se llagaba a enterar que las pesadillas aún permanecían, perdería la poca paz que había logrado obtener mediante sacrificios. Él haría un gran alboroto.


―Sí. Debo volver. ―debo hacerlo antes de que se despierte y sospeche.


El hombre frente a mí, se puso de pie y me extendió la mano, la tomé e intenté pararme. Fue un fraude. Un dolor punzante e incapacitante se propagó a lo ancho en mi tobillo, perdí el equilibrio y hubiera caído al suelo nuevamente si él no hubiera reforzado su agarre. Mi mano fue apretujada un poco más, pero no podía quejarme. Cambié el apoyo al pie que no había sufrido el impacto.


― ¿Estás bien? ―la pregunta salió disparada de sus labios.


―Gracias. Al parecer el impacto no fue un simple golpe. ―respondí, miré mi pie herido con desaliento―Parece que apenas comienzan los problemas.


―Creo que tengo vendas conmigo...―soltó de repente, usando su mano libre para hurgar en sus bolsillos―Aquí están. ―en su mano aparecieron unos rollos de tela.


Alzó su vista entonces y revisó los alrededores, por reflejo, terminé imitándolo.


― ¿No hay algún banco cerca? ―sonó como si se lo preguntase a sí mismo.


―No lo sé. ―no hacía mucho tiempo que había venido a Forst, aún me era imposible identificar cada cosa que aquí había en un lugar específico.


―Bien, será mejor que te sientes de nuevo por un rato. ―sugirió, más se sintió como una orden.


Obedecí casi de manera instantánea, poniéndome en cuclillas hasta volver al suelo por completo. Actuaba casi sin pensarlo, me sentía estúpida. Él no parecía ser quien decía ser, pero no podía reaccionar mal a todo lo que estaba haciendo, al fin y al cabo, me estaba ayudando. Un sentimiento ambiguo se formaba en mi pecho. Soltó mi mano una vez me terminó de ayudar.


―Quédate quieta, ¿sí? ―su tono de voz y mirada de repente fueron atentas y suaves, como cuando se le hablaba a una criatura.


No pude hacer más que asentir, atónita. Él se agachó frente a mí, sus movimientos parecían automatizados, casi como de costumbre, en pocos segundos me descalzó. Apreté los dientes, cuando al sacarme la bota un fuerte dolor se esparció por mis ligamentos. Él pareció notarlo y fue más atento al terminar de quitarla. Mi pie se congeló cuando quedó expuesto, hacía mucho frío, mis dedos sufrieron primero. Al ver mi pie descalzó, recordé cuanto me avergonzaban, pues nunca los había encontrado femeninos como los de algunas modelos. Incluso tenía pie plano.


Apreté mis labios y mis manos sobre mí abdomen. El silencio entre nosotros no era mi aliado y solo lograba ponerme más nerviosa, dejando a mi imaginación vagar libre. No se demoraron mucho en reaparecer los recuerdos de mi pesadilla mientras buscaba pensar en otra cosa que no fueran sus delgados y largos dedos blancos jugando con la tela, enrollándola alrededor de mi tobillo. Sin quererlo, estaba siendo muy consciente de él.


Su nariz era fina y recta, sus pestañas y cejas lucían oscuras y su mandíbula... Corrí la mirada a un lado cuando noté, que seguro lo incomodaba que lo mirara sin descaro, pues sus manos temblaron. Sentí mis mejillas y orejas calientes, realmente estaba siendo demasiado consciente. Apoyé mi cabeza sobre mi hombro. «Nana... Oreblonde, seguro me estaría regañando si me viera en este momento, se quejaría cuan poco femenina estaba siendo al observar tan abiertamente a un hombre.»


¿Cómo podría explicarle el esguince a Jackson? Parece que esto sería el preludio a otra mentira piadosa. Todo indica que no dejaría de recolectar arrepentimientos. No podía quejarme, era el camino que había decido tomar, el que consideraba el más adecuado. En ese entonces no había encontrado otra salida, y seguía igual, me gustaría decir que cambie algo. Sin embargo, sigo siendo débil e incapaz, sigo dependiendo de mis seres queridos. Sigo fracasando.


Quiero cambiar, no obstante, le temo al cambio. Por eso permanecía inquietantemente estática. Todos mis conocidos habían logrado avanzar, pero yo, yo aún me encuentro incrustada en este lugar, autosaboteándome. Suspiré y mi pecho vibró. De esta forma no salvaría a nadie, si soy incapaz de salvarme a mí misma.


―Listo. Con eso bastará por ahora. ― él se inclinó hacia atrás, mostrando su rostro, nuestros ojos se encontraron, los míos comenzaron a picar ― ¿Duele demasiado? Aflojaré un poco el vendaje. ―comentó volviendo su vista a mi pie.


―No. ―dije a duras penas con un nudo en mi garganta ―Está bien así. ― él quedó con las manos extendidas hacia mi pie y perplejo, comencé a calzarme en silencio.


No dijo nada, estaba agradecida por eso, pero quizás se preguntaba por qué estaba actuando así. Lo vi ponerse de pie frente a mí, una vez más percibí cuan imponente se veía al estar parado, con sus extremidades extendidas. Me apuré por terminar de atar los cordones de mi zapato y finalicé justo antes de que él me ofreciera que tomara su mano. Carraspeé.


―Gracias. ―sujeté con fuerza su agarre y me incorporé.


― ¿Quieres que te cargué? ―preguntó con tal inocencia que terminé por reprimir una risa, cuando me imaginé cual princesa.


―No, creo que estaré bien con solo usarte de apoyo. ―avisé, sus cejas se fruncieron y curvó sus labios muy rápido que apenas fue apreciable ― Gracias, más sería muy vergonzoso.


El asintió pereciendo comprender mis palabras. Acomodó su brazo para que me fuera más cómodo cuando me sujetara. Era como si me estuviera escoltando, era raro, pero me gustaba. Mi sonrisa desapareció al recordar a mi padre acompañándome de tal manera durante la fiesta de mi mayoría de edad alrededor de un año atrás. Lo extrañaba.


―Puedes apoyarte en mí cuanto lo necesites, debe dolerte bastante. ―invitó.


―Lo haré, gracias. ―respondí por inercia.


―Por favor, no me agradezcas más, es lo mínimo que puedo hacer, y se está volviendo incomodo tener que aceptarlo.


―Lo siento. Lo hacía sin pensar. ―ahora quien se sentía incomoda era yo.


―No lo decía para que te disculparas, era solo para que lo tuvieras en cuenta, no te sientas mal, no era la intención.


―Oh, está bien entonces, supongo. ―comenzaba a marearme.


Lo escuché reírse por lo bajo. Torcí los labios. ¿Se burlaba de mí?


― ¿Qué te parece chistoso? Una broma sin compartir no es graciosa. ―mi voz sonaba apática y severa, como muy pocas veces.


―Perdería la gracia si te lo contara. ―me quedé callada, había aprendido que era lo mejor que podía hacer en situaciones como estas ―Es porque eres muy formal, supongo. ―aclaró.


―Es lo que se espera de mí. ―respondí con sinceridad, alcé la vista y noté que ya casi llegábamos.


―Lo sé, lo entiendo. ― «Oh ¿realmente lo haces?» pensé― Es solo que hace mucho no escucho a nadie hablar así.


Extraño. De nuevo decía algo que no tenía sentido. Si fuera un guardia, debería estar acostumbrado a escucharnos hablar.


―Eres singular. ―solté, sin pensarlo.


― ¿Tengo que tomarlo como un insulto? ―retrucó, a la defensiva.


―No, no necesariamente. Es una apreciación, de un agente externo. ―él permaneció en silencio, por lo que añadí ― Puede ser bueno, sin embargo, en estos momentos no lo sé. ― "Pues claro, todavía no confirmaba si eras un intruso o no", me contuve de agregar.


―Llegamos. ―hizo saber.


―Hasta aquí estará bien. ―dije mientras soltaba el agarré con suavidad ― Será la última vez que lo diga por hoy, gracias señor Mychael. ―él pareció tensarse y sonrió de lado.


―Ha sido un placer poder ayudarla, hasta luego. ―se despidió haciendo una reverencia y como si escapara, volteó y regresó por donde vinimos.


El sol comenzaba a salir, sería mejor que regresara cuanto antes a mi recamara y me recostara en mi cama para no preocupar a nadie. Abrí la puerta de la casa, y al entrar noté que todo era un caos por dentro. Las mucamas y demás sirvientes iban y venían por todos lados, sumidos en el frenetismo. ¿Qué demonios estaría sucediendo? Jackson no me había informado de la venida de ningún pariente ni socio.


Me abrí paso entre el apocalipsis que era el pasillo de regreso al pasillo central.


― ¿Ya terminaron de revisar el resto de la planta baja?


―No sé, eso le tocaba al grupo de Jess. Mari, me dijo que no parece haberse llevado nada da la segunda planta.


Escuché la conversación de las empleadas que venían corriendo a mi dirección, mientras discutían. Una de ella me chocó, sin querer, al cruzarnos por el angosto corredor.


― ¡Lo siento! ―se disculpó sin mirar atrás mientras avanzaba apurada.


― ¡Lena! ¿robaron algo en el primer piso? ―preguntó otra de las empleadas.


― ¿Qué? ―musité, perdida.


Avancé hacia el pasillo central, para buscar a Jackson y preguntarle que rayos estaba pasando; más mis pasos eran cortos y lentos, por el dolor. Al alcanzar las escaleras principales vi un rostro conocido.


― ¡Rose! ―llamé.


La jefa de mucamas volteó hacia mí con el rostro compungido.


― ¡Señorita Winter! ¡Oh mi señor! ¡Oh! ―se me acercó con los brazos extendidos cual madre, Rose tenía cerca de cincuenta años ― ¡Oh, mi señorita! ¡Gracias al cielo se encuentra bien! Estaba tan preocupada. ―me abrazó, a la vez que se lamentaba en mis brazos.


― ¡Ha ocurrido una tragedia! ¡Creí que estabas en peligro porque no podíamos encontrarte por ningún lado! ¡Pero estás bien! Espera... Estás bien ¿no? ―Rose estaba alterada.


―Sí, estoy bien, pero dime Rose ¿qué está pasando? ¿Qué es eso del robo? ―las manos de Rose, que sujetaban mis brazos, temblaron cuando se alejó para verme a los ojos.


―Oh señorita... ―su voz trepidó y sus dedos apretujaron mi piel― Alguien logró violar la seguridad de la casa, dejó inconsciente a los guardias y entró a la propiedad.



Comentarios


Publicar: Blog2_Post
bottom of page